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La Noche de las Despedidas

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La Noche de las Despedidas

“Regresamos mañana a España, os queremos decir… que amamos a la gente de este país”

Yo, con un nudo en la garganta, e Irene con lágrimas en los ojos, regresamos a nuestra moto y continuamos con “las despedidas”.

Familia Filipina en el porche de su casa

Era la última noche en Filipinas, o eso creíamos al menos. Acabábamos de presenciar uno de esos atardeceres que sólo existen en Filipinas, pero que por la época de lluvias en la que estamos, aún no habíamos podido disfrutar.

Niños jugando al atardecer en bohol, Filipinas

Fue la Isla de Bohol la que nos brindó tres atardeceres espectaculares. La guinda perfecta a un viaje igual de espectacular.

Colores al Atardecer en Bohol, Filipinas

Decidimos coger la moto y compartir con ellos, la gente que tanto nos había dado durante 24 días, esos momentos mágicos que se producen en Filipinas tras caer el sol. La noche Filipina es toda una atracción en sí misma.

Puesto de comida callejera, Bohol, Filipinas

Los puestos de alimentación adquieren ese color cálido, producto del tungsteno de las bombillas. El humo de las barbacoas impregna las calles de cualquier ciudad, o pueblo, con un olor muy característico.

Mujer hace Barbacoa de carne en Bohol, Filipinas

Pareja hace Barbacoa de carne en Bohol, Filipinas

Las botellas de Emperador, Tres Cantos y cómo no, San Miguel, comienzan a asomar sobre las mesas, sacadas a las puertas de las casas.

Familia bebe al anochecer y disfrutan juntos

En Filipinas todo se comparte, todo se hace en familia y entre amigos. Esa noche volvieron a hacerlo con nosotros, como lo habían hecho durante los últimos 24 días.

Amigos charlan sentados en el porche de su tienda de alimentación

Cuando el Emperador, y sobre todo el Tres cantos, comienzan a subir a las cabezas, es turno de sacar el Karaoke y subir el volumen hasta límites ensordecedores.

Mujer encendiendo un cogarro y cantando Karaoke, Filipinas

A compartir con ellos, todo esto, dedicamos la última noche. En el momento que divisábamos el humo de las barbacoas o escuchábamos el estruendo del karaoke, nos echábamos al lado de la carretera y allí parábamos el motor de nuestra moto.

– “Eres Filipina?”

– “Soy mitad Filipina, mitad Española”

– “Tomad asiento y un vaso”

De esta forma comenzaban la mayoría de conversaciones esa noche. Irene y yo no nos cansábamos de agradecer a todas esas personas, el trato recibido en el último mes. Ellos se afanaban en devolver los agradecimientos por el hecho de haber visitado su país.

Niños viendo la televisión en una tienda, Bohol, Filipinas

Para ellos era un auténtico honor que estuviéramos allí sentados, nos preguntaban nuestras impresiones acerca de su país, se preguntaban, entre extrañados y ofendidos, por qué Irene no hablaba Tagalo.

La misma rutina se repitió durante toda la noche… Compartíamos un rato con cada uno de ellos y continuábamos nuestra ruta de “agradecimientos”.

Hombre en su tienda de pescado, Filipinas

 

“Gracias por venir y Feliz viaje”,

Las despedidas eran siempre de este modo.

Nos marchamos a la cama con la alegría de lo vivido, pero con la tristeza de no haberlo hecho cada noche.

Lo de esa noche fue un ejercicio necesario en este viaje, o diría que en cualquier viaje, un ejercicio que te hace sentir menos turista, que te permite escuchar a personas completamente diferentes a ti, pero no tanto como puedas pensar, un ejercicio que te humaniza, que te hace comprender los problemas del día a día de esa gente, que te permite , como en nuestro caso, de alguna u otra manera, agradecerles todo lo vivido.

Filipinas nos ha dado mucho durante este mes, pero mucho más nos ha dado su gente, son educados, amables, hospitalarios, hasta de su timidez hacen virtud.

Un Español que conocimos y el cual ha emprendido una nueva vida en Filipinas, nos subrayó una frase que define al Filipino de la mejor forma posible

“Un Filipino nunca te falla”.

No podría estar más de acuerdo, es la primera vez, durante un viaje,  que no me engañan o tratan de engañar, o al menos yo no lo he percibido de esa forma en ningún momento. Nadie nos ha negado una foto, nadie nos ha negado un sonrisa, siempre había una mano tendida para ayudarnos … Es la primera vez que no me siento un Dólar andante, es la primera vez que bajo la guardia completamente con toda persona que se me ha acercado.

Podemos decir que hemos disfrutado de un país como nunca lo habíamos hecho, desde dentro, como dos Filipinos más.

Al día siguiente, por la mañana, comenzábamos nuestro regreso a Madrid, una vuelta que duró casi tres días.

Esto ha sido como empezar un libro por la última página, pero en breve continuaremos con las siguientes. Permaneced atentos.

Mujer mira TV en el porche de su casa, Filipinas

 

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